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En Rosario

A los 72 años se dio el gusto de terminar el secundario

Estudiaba de noche y cumplió un sueño: aprobar la educación obligatoria.

Sábado, 23 de diciembre de 2017

A los 72 años, Luis Carlos Juárez se dio el gusto de terminar el secundario. Como debió trabajar desde los 11 años, luego de la primaria nunca pudo seguir estudiando. Hace un tiempo le dijo a su esposa Martina que era el momento para darse esa satisfacción y la logró. "Me acompañaron el director, los compañeros y profesores", agradece a la Eempa 1297 donde encontró esa oportunidad. Luis es jubilado metalúrgico y ayuda a su economía vendiendo huevos por barrio Parque. Los vecinos también celebraron la buena noticia.

Falta un rato para que comience al acto de fin de curso. El escenario está lleno de corazones, banderines de colores y un letrero dorado que dice "Felices vacaciones".

Mientras se acomodan sillas, organizan diplomas y se corre tras el sonido, llega Luis. De impecables jean y zapatillas, tiene una remera blanca con una inscripción bíblica detrás y una foto en blanco y negro al frente que dice "Feliz día viejo!".

ORGULLO

A Luis se le dibuja una sonrisa de orgullo cuando cuenta que quienes están en esa imagen son sus ocho hijos y que esa remera se la regalaron para el Día del Padre, pero que prefirió guardarla para el momento que terminara el secundario. Otro gusto que también se dio.

PARA LA FOTO

El reportero gráfico de La?Capital le propone hacer una foto en su salón de clases. Luis le indica su lugar en el aula, junto a la ventana desde donde se ve un patio con juegos infantiles. La Eempa Nº 1297 Juan Manuel de Rosas funciona en el mismo edificio escolar que la Primaria Nº 610 República de Bolivia (La Paz al 3050). Sonríe. Acomoda su mochila -que hasta ese día de fiesta siguió llevando- sobre el banco y se ofrece distendido, contento para la sesión de fotos.

SU HISTORIA

En ese mismo salón empieza a desandar su historia escolar, que es también su historia de vida: "Llegué hasta 6º grado -en ese entonces la primaria era hasta ese curso- en una escuela pública de Puerto San Martín. Eso fue hace 58 años. Pero la secundaria no la empecé nunca porque trabajé desde muy chico. De los 11 a los 14 vendía diarios; después desde los 14 a los 21 estuve en diferentes trabajos y desde los 21 a los 65 fui metalúrgico. Hoy soy jubilado metalúrgico".

Luis comparte su historia y de alguna manera revela la de tantas personas jóvenes y adultas que pasaron y pasan por las mismas exclusiones. También cómo encuentran en la educación de adultos un lugar para revertirlas. "No estudié más porque no tuve oportunidad, trabajé siempre. Alrededor de los 70, ya prácticamente sin obligaciones familiares, porque mis hijos están casi todos casados, con sus vidas hechas, pensé que era una linda oportunidad para intentar hacer la secundaria", continúa.

"ME FUE BIEN"

Sabía que había una institución para jóvenes y adultos en el barrio. Vive a unas diez cuadras de esta Eempa a la que llegó a diario caminando y con una apreciada puntualidad. No esperó más y se anotó en primer año. "Y me fue bastante bien!", celebra de ese inicio.

Dice que desde el comienzo fue muy bien recibido por el director, los profesores y los compañeros de estudio. "Sinceramente me he sentido muy cómodo, uno más. Es un hermoso establecimiento con un personal muy bueno, que nos contiene, nos enseña y nos proyecta para el futuro, por lo menos para los que tienen unos cuantos años menos".

"Filosofía, psicología, lengua e historia". Nombra una a una sus materias preferidas: "Me encantan porque abren la cabeza, enseñan mucho a pensar. También me gusta leer, leo de todo un poco, lo que tenga a mano".

BUENA PERSONA

El director de la Eempa, Darío Yozviak, destaca cómo conquistó al grupo y sobresalía cada vez que las ciencias sociales tenían lugar en las clases: "Fue muy bueno tenerlo de alumno. Volcó toda su experiencia de vida".

También reconoce que matemática e inglés figuran entre las materias que más lo hicieron renegar. Y regala una anécdota que lo describe como alguien "querido, muy buena persona y respetuoso": "Cuando estaba en primer año, vino un día a preguntarme si tendría mucho problema con las faltas, porque su hija y su yerno le habían regalado un viaje a Galicia, a él y su esposa".

POR EL BARRIO

Además de estudiar por las noches para terminar el secundario, de martes a sábados Luis recorre las calles vendiendo huevos. Arrancó los sábados, cuando no trabajaba en la fábrica, para ayudar a la economía del hogar, y después al jubilarse extendió los días de recorrido. En barrio Parque, donde también está su escuela. todos los conocen y aprecian.

Héctor Cassinera es uno de esos vecinos que le compra huevos con frecuencia. Y quizás por haber sido durante 14 años cooperador de la escuela pública 610 pudo dimensionar rápidamente el valor de la noticia que le daba Luis cuando, entre compra y vuelto, le contó que estaba a punto de terminar el secundario. Héctor no lo dudó y llamó al diario. Quería que "entre tantas malas noticias se conociera esto tan bueno", según sus propias palabras.

"A ESTUDIAR"

El salón de actos se va poblando de a poco con las y los estudiantes que esa tarde vienen a recibir su diploma de finalización de curso. Hay clima de fiesta. Luis no deja de sonreír y retoma la charla sobre la remera que eligió para su graduación. Siente orgullo. Nombra a sus hijos, a sus 15 nietos y a su esposa Martina. Y como quiere contagiar esa satisfacción que siente anima a estudiar, a terminar la escuela obligatoria: "No hay una etapa para dejar de aprender. Mientras uno se sienta bien está a tiempo de emprender cosas que, por una razón u otra, no pudo hacer en su momento. Yo los aliento a que lo hagan, por lo menos para sentirse bien uno mismo".

ESFUERZO

"Luis empezó la secundaria a los 70 años. Apareció un día solito a anotarse, después me enteré que en el barrio lo conocen todos", cuenta el director Darío Yozviak del primer día que lo recibió en la escuela. Como era muy callado pasaba inadvertido en un grupo numeroso de alumnas y alumnos.

Y cuando muchos comenzaron a dejar la escuela por diversas razones -en los primeros meses del año escolar- él siguió firme: "Se ganó el cariño de todo el grupo y desde ya de los docentes". Su esfuerzo tuvo un reconocimiento en el acto de fin de curso, ya que fue designado para llevar la bandera de la provincia de Santa Fe.

EEMPA 1297

A la Eempa 1297 asisten 310 estudiantes jóvenes y adultos. El director reconoce que la franja de 18 a 22 años es la que sobresale en esta modalidad. Aunque en el curso de Luis se dio la particularidad de contar con alumnos más bien adultos, lo cual permitió que la Eempa se sienta más identificada con el sentido que las originó.

VOLUNTAD

El director valora la voluntad mostrada en esta historia. De paso, reconoce la riqueza de esta enseñanza que integra diferentes edades, intereses y experiencias de vida. Ese desafío de la integración cotidiana es el que más atrapa al directivo.

DE PUERTAS ABIERTAS

Considera que la educación de adultos da la posibilidad a muchas personas de estudiar para tener un título y acceder a un mejor trabajo, pero que además importa la satisfacción propia. "Algunos necesitan el secundario por un trabajo, pero hay quienes lo dejaron relegado por cuestiones económicas, familiares, personales y tienen algo pendiente. No está mal estudiar por un placer personal sin buscar más que eso", opina.

Dice que la Eempa es accesible, gratuita, de puertas abiertas para entusiasmar a apropiarse de este derecho. También que estas escuelas muchas veces representan el primer hogar, no el segundo como se las suele definir, por las posibilidades de integración que contemplan.

Fuente: La Capital

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