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Diputado massista y exjefe de la UIA

De Mendiguren: “Argentina tiene que ser un país de altos salarios”

Siempre aparecen dos opciones para salir de una crisis: "la magia de los devaluadores o la de los endeudadores", dijo.

Viernes, 12 de febrero de 2016

Asegura que para salir de una crisis, en la Argentina siempre aparecen sólo dos opciones: "la magia de los devaluadores o la de los endeudadores". José Ignacio De Mendiguren, "el Vasco", abogado, empresario textil, ex presidente de la UIA, ex ministro de la Producción durante la gestión de Eduardo Duhalde, y actual diputado por el massismo, dice que acá no se tiene conciencia de la importancia del transporte y la logística para el desarrollo sustentable, y recuerda todas las gestiones que hizo para dar vida al Consejo de Cargadores.

- A cinco años de la creación del Consejo, ¿qué balance hace de la representatividad de la carga en el comercio exterior?

- La Argentina está lejos de los mercados y por lo tanto los costos de comunicación y la rapidez son claves. En un mundo competitivo, donde los precios se discuten por centavos, quedás afuera si no sos competitivo en eso también. En Estados Unidos el Consejo tiene tal importancia que depende de la Secretaría de Estado. Vieron que el transporte se estaba cartelizando tanto a través de las terminales portuarias -que son las mismas en todo el mundo- como de los armadores. Manejando la tarifa y la disponibilidad de las terminales y de los armadores, manejás el comercio mundial. Estados Unidos lo consideró un tema clave y el Estado interviene para dar transparencia al mercado.

- ¿De qué manera lo hace?

- Ve las tarifas, si hay precios monopólicos. La Argentina no tiene eso. Recién ahora se está entendiendo la importancia que tiene la carga. Era ministro de la Producción, en 2002, a la salida de la crisis, cuando fui a Salta y los productores me dijeron que bajar una carga de cereales desde ahí hasta el puerto costaba el doble que desde el puerto a Turquía ¿Por qué? Porque el viaje era por camión. Costaba más el flete que la carga. Volví y le dije al presidente Duhalde que eso era porque no existía el ferrocarril Belgrano. Me dijo que avanzáramos con eso. En 60 días abrimos el capital del Belgrano: le dimos el 49% a la Fraternidad, el 49% a los industriales del Norte, y el 2% al Estado. Todos los gobernadores del NOA firmaron el acuerdo. Quince años después no pasó nada. La Argentina tiene 7% más de costos sobre sus ventas que Brasil -aun antes de la devaluación brasileña-. El 12% de la carga va por tren, cuando por la extensión del país debería ser por lo menos el 58%.

- Son cosas que saben todos...

- Ahora. Hace unos años se pensaba que todo se arreglaba con la devaluación.

- La competitividad acá siempre estuvo muy vinculada al tipo de cambio.

- No para mí, pero es así porque es lo más fácil. Lo otro es arremangarte. Un día le comenté a Cristina Kirchner lo que era el Instituto para la Competitividad socioeconómica de Japón. Presenté una ley sobre eso. Es un monitor, una suerte de Indec de la competitividad. Cada medida que se toma se pone ahí, un aumento del combustible, costos logísticos, todo. Y entonces se ve cómo, aunque sean pequeñas cosas, todo incide en la competitividad .¿Qué hizo la Argentina ante eso? ¿Se arremangó y se puso a trabajar sistémicamente? No. Era la magia de los devaluadores o la de los endeudadores, porque la falta de competitividad te deja afuera y genera una crisis. Y ahí vienen los que prestan plata o los que devalúan, pero ninguno arregla el problema.

- ¿No es importante saber cuál es la definición de país competitivo? Quizá la presidenta Kirchner creía que tiene que ver con establecer un sistema de precios cuidados para el mercado interno y fortalecer determinados sectores de la economía independientemente de si tienen chances de competir en el exterior.

- La competitividad de un país es sistémica, es todo al mismo tiempo: la política tributaria, la infraestructura? Lo interesante es entender dónde están los problemas ¿Cuál es la estructura productiva de la Argentina? Olvidate de la excepción de los últimos años en los que las materias primas costaron fortunas. Lo que le vendíamos al mundo valía poco -productos primarios-, y lo que le comprábamos, mucho. Por lo tanto, cada vez que el país crecía faltaban dólares y volvía el eterno debate. El gobierno del momento le echaba la culpa de la inflación a los industriales y la ortodoxia al déficit fiscal. Hay que entender que el problema es el subdesarrollo, que hay que cambiar la matriz productiva para no tropezar con la misma piedra. Pero eso lleva tiempo.

- Una característica de los argentinos es su afición por los debates y el sobrediagnóstico. ¿Por qué falta energía para ejecutar las ideas?

- Es una discusión profunda. Hay gente que cree que un país es competitivo en función de bajos salarios. Otros pensamos que, con sus características, la Argentina tiene que ser un país de altos salarios, que es lo único que garantiza un modelo económico viable y socialmente sustentable. La principal actividad de todos los países del mundo está en el mercado interno. Menos del 24% del producto cruza las fronteras del comercio mundial. El motor del mercado es el salario.

- ¿Puede un país como la Argentina, con un mercado acotado -no somos China, ni siquiera Brasil- tener salarios altos si se concentra prioritariamente en el mercado interno?

- Me gustaría que esa proporción fuera distinta, pero siempre es 80/20 más o menos. Otra de las cosas que la Argentina tiene que afrontar es la no resolución de las antinomias: campo o industria, mercado externo o mercado interno. Australia, Nueva Zelanda, Canadá y EE.UU. lo resolvieron. Por eso, mi insistencia con el Consejo Económico Social y la advertencia al Gobierno para que no malogre ese instrumento. En la Argentina siempre fuimos pendulares. Hay períodos donde el esfuerzo se pone en la redistribución del ingreso con tanta exclusividad que termina ahuyentando la inversión, hasta que el péndulo va al otro extremo y entonces idolatramos la inversión. Los dos extremos tienen algo en común: abortaron los procesos de crecimiento.

- ¿Estamos en un extremo?

- No, pero hago la advertencia. Como presidente de la UIA organicé la conferencia "Del crecimiento al desarrollo económico". No es lo mismo crecer que desarrollarse. Y otra con el título de "El péndulo argentino o el salto al desarrollo". Mis problemas con Moreno [Guillermo, ex secretario de Comercio] y el Gobierno eran porque temía que por no corregir las cosas a tiempo y tomar todo lo bueno que fue muchísimo, el péndulo nos llevara otra vez a Cavallo.

- ¿Qué criterios deberían aplicarse a la hora de elegir los sectores que se privilegiarán para desarrollar el país? ¿La productividad, las chances de éxito externo, la cantidad de empleo que generan?

- Es la pregunta en la que tendríamos que estar trabajando todos los días, pero en la Argentina discutimos todo menos lo importante. Es clave saber qué haremos a futuro. Un país puede crecer casi de modo espontáneo: la soja se va a US$ 600 y crecés seguro, pero eso no es desarrollo. El desarrollo es generar las herramientas para ir donde vos querés.

- ¿Quién decide eso?

- Hacen falta ritmos y prioridades, y vuelvo al Consejo Económico Social. Cuando España tenía que entrar a la UE se dio cuenta de que cambiaba todo, que había sectores nuevos, otros que había que transformar y otros que desaparecerían -para esos crearon unos créditos que llamaron "de bien morir"-. Entonces, pusieron en marcha el Consejo. Juntaron a los trabajadores y a los empresarios y planificaron todo juntos. Cuando querés alcanzar un objetivo a veces tenés privaciones presentes para un mejor futuro, pero lo importante es que me asegures que me llevás al futuro, no que me dejás tirado en el cambio. Eso es el Consejo, fijar ritmos y prioridades. Si creés que es sentar a los trabajadores y empresarios para una gran paritaria, te equivocás. Eso puede ser un diálogo social. No quememos los instrumentos. Los recursos son limitados. Es importante definir a dónde vamos y con qué modelo. Cuando un europeo ve un camión de maíz, no ve un granito de dos por dos sino cuántas proteínas o biocombustible puede hacer. Él tiene la plata para hacer la planta de biocombustible y poner los criaderos de cerdo, lo que no puede es tener el granito porque para eso hace falta tierra y agua. Si vos tenés eso y se lo das a otro para que lo transforme, sos muy ganso.

Fuente: La Nación

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